Cuando, quemada mi última nave, di todo por perdido y orillé aquí mis restos,
lo más digno del cuaderno de bitácora ha sido sin duda el reencuentro.
Saber todo al instante, pirata: tu tozuda búsqueda de una aventura que no fue tal, que lo fue todo.
Renunciar también tú a otros tesoros. Olvidar un mar de sueños náufragos, encerrados en una caracola.
Y caminar juntos frente a un sol de cobre que baña nuestro atardecer.