Deja todo por escrito, me dijeron. Como en una declaración jurada, o un testamento. Si lo apliqué años después, no fue para dejar unas instrucciones burocráticas de limitado alcance. Pero sí. He ido dejando por escrito mi testamento vital: unas ideas, un sentir, una visión del mundo tal como creo que podría ser. Por que ya conocemos la historia tal como nos la contaron, y si seguimos contándola tal vez seamos fieles a la verdad, pero nos quedaremos anclados en el pasado y su limitado alcance. Escribir puede ser también proyectarse hacia un futuro soñado, desde el compromiso humano y humanista que no persigue otra cosa que mejorar nuestro mundo, hacer que otra verdad sea posible.
En el cruce donde confluyen memoria e imaginación palpita un testamento íntimo y universal, de manera que cualquiera pueda tomar de él aquello que le resuene, y lo haga suyo si lo desea.