LA LLAMA ESCRITA

   Entrando en mi hora bruja, bullía por dentro. De hito en hito, miraba el papel de estraza. Sin tinta ni lápiz para desahogarme, tenía ansias de estallar. Los rescoldos del hogar, más tibios que mi conciencia, me verían robarles un tizón afilado y escribir resuelto. Todo fue inútil. Las palabras que me herían prendieron, y el papel ardió. Nada quedaría de aquel mensaje de ceniza. Pero en esta maldición yo saboreé una magia que me liberó. El hombre marcado, la llama escrita. Eso era yo. 

   Desde que prendiste en mí, todo lo que escribo arde, le digo a esta voz imperiosa. La mina afilada se me hace cabeza de fósforo. Huyo del papel como de un incendio. Pero saco mis aparejos a la mar y mi red se ilumina, llamando a los que despiertan. ¡Que todo arda! Esto soy: la llama escrita.

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