NADIE

Aquí, a las puertas del paraíso, me desprendo de mis pobres pertenencias, y renuncio también a ti, quimera de mis deseos, que tantas carencias me has brindado. Sobrio ante la prueba de la esfinge, su mirada me atraviesa el alma con la voz de un temido acertijo. ‒¿Quién llama a las puertas del Edén? ‒Nadie. ‒Entra pues. El destello eterno de miles de tormentas como las vividas, fulmina mis sentidos, y Nadie entra a la eternidad.
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