3. El protagonista despierta.

Esta misión espacial va a ser para Paris, como para el resto de la tripulación, un mazo que caerá sobre esas cuadrículas mentales hasta hacerlas añicos. Y cuando Paris se recupere del shock, primero sentirá una bocanada de aire fresco y luego entenderá que no solo es un alivio, sino que aquel encierro de su mente, era nocivo, tóxico para él.

En esta misión, Paris va a encontrar su hilo de Ariadna, y tirando de él encontrará una salida a su laberinto personal, el de su mente. Descubrirá que su vida no es una aventura, ni siquiera una aventura increíble, es una odisea. Así como suena, con todas sus letras. Porque todo empezó mucha antes de lo que cree, y acabará mucho después de lo que puede imaginar. Ese hilo es una larga cadena de eslabones, de causas y efectos. Descubrirá quién es él, cuál fue su proyecto olvidado, y por tanto, cuál es su objetivo, a dónde quiere ir.

2. Cuadrículas mentales

El grabado «Los chinchillas» de los caprichos de Goya ejemplifica muy bien esta paradoja sobre lo fácil que es nutrir nuestro cuerpo, y la resistencia que a menudo tenemos para nutrir nuestra mente. Con frecuencia cerramos con candado nuestro entendimiento, y alimentamos groseramente nuestra ignorancia. No permitimos que nada entre o salga de nuestros esquemas mentales, que en adelante llamaré cuadrículas mentales. Las convenciones sociales, la educación, la cultura (o incultura), pero sobre todo los medios de masas van moldeando nuestro pensamiento en una paciente labor de años, hasta que, sin darnos cuenta, quedamos encerrados en una jaula que, aun siendo de oro a veces, no deja de ser una prisión, una prisión para la mente. Nos falta la humildad para reconocer que no tenemos una idea, sino que una idea nos tiene a nosotros. Una idea, una creencia, una ideología… ha colonizado nuestro cerebro, y no sabemos, ni queremos ni podemos, prescindir de eso. Todos tenemos nuestra cuadrícula mental. En el caso de Paris, el protagonista de esta historia, su cuadrícula se ha ido estrechando sobre él hasta impedirle casi respirar. Nuestro protagonista se ahoga, pero va a tener la suerte del suplente, cuando es llamado a una misión espacial en la estación espacial que orbita Júpiter.  Y tengo que entrecomillar “suerte”, porque entendemos que, en el año 2063, hemos liquidado el azar, y nada de lo que sucede en el mundo, es casual, todo está calculado, y es fruto de la acción humana. Más aún, tratándose de una misión espacial.

OMISIÓN

Una coma, una exclamación, una pregunta omitidas.

Te sentaste al umbral de tu vida, y la viste pasar envuelto en un mar de dudas.

Te enredó sin apenas darte cuenta. Sin apenas darte cuenta, dejaste tanto por hacer…

La frase oportuna, párrafos sublimes, páginas enteras de una trama fascinante.

Cuánto se perdió en el tintero, que otros escribirían para sí.

Y aún aguardas los pasos de ese amor tardío para sentaros juntos a compartir el umbral de tu vida.

1. El contexto de Duermevela

En verano de 2007 organicé una pequeñas vacaciones en el norte de Italia . Se trataba de un viaje turístico. La idea era conocer Lombardía, y tomando Milán como epicentro, moverme alrededor no más de 80 kms., durante 9 días.  Al norte el lago Como, y Bérgamo al sur. Cuando visité la ciudad alta de Bérgamo, dejando atrás el funicular, al pasear por aquellas calles que parecían transportarme en el tiempo a otra época, me resultó una experiencia tan evocadora que, con el piano de Ludovico Einaudi y su «Divenire» como fondo musical, me fue muy fácil imaginar a mis personajes deambular por las calles y plazas del corazón de la ciudad. Entonces tuve claro que era el lugar ideal para contar mi historia, para iniciar toda la trama que recorrería luego el lago Como y Milán, la capital del norte. Los tres, son escenarios de la novela. Aunque la historia también abarca La Spezia, y su «costa de los poetas», una región de Italia que mira al mar, donde pongo el broche final a esta historia.

PRIMERA LÍNEA DE PLAYA

Ahora me miras. Nunca, que yo recuerde, me has mirado así. A tiempo te has dado cuenta de que leo en tu alma. Te incorporas desnuda, en tu esplendor. Te asomas al mar. Pero no, no te quedas en la orilla, quieres nadar. Detrás de nosotros se formó una lengua de agua que la pleamar ha ido llenando. Es agua mansa. Los críos juegan en ella despreocupados. Me retiraría con ellos, para no soportar el embate de las olas, para no tener que alzar murallas que veré caer. Porque  a veces no se afrontar este mar de emociones. Esta noche cenaremos en el porche, encenderás velas, y escogerás el momento oportuno para decirme que voy a ser padre. Y yo me estremeceré de nuevo, me alegraré contigo como si nada supiera. Parece inevitable: hoy me sitúo en primera línea; dejaré que este mar me anegue por completo.