VOLVER

Presiento que volveré. Creo que al final lo haré. Aunque ya no sea el mismo, y tampoco el lugar. Pero en un rincon de esta memoria herida, guardado en un fatuo olvido, retengo lo que allí fue. Sé que al volver, lo anudado se desatará. Vivo en una maraña de apretados nudos: nido de crías desvaídas con ansias de un último vuelo.

EL JARDÍN DE LOS SUEÑOS ROTOS

Salí al jardín hastiada del bullicio de la fiesta. Me acerqué a otra alma solitaria apostada como una estatua junto al roble. Creí recordar sus ojos verdes, en tiempo luminosos. Me saludó y apuró su copa con un brindis. Me presenté como Meli. Siempre es mejor que un nombre largo y triste. Refrescó mi memoria: soy Amor ¿recuerdas? Claro que lo recordaba. Asentí.

Escuchaba el rumor estridente de risas, música… toda esa farándula que habita en la superficie. Éramos convidados de piedra, pero nuestros latidos casi podían escucharse entrelazados en el silencio del jardín. Llevábamos dentro nuestra propia música, y alguna canción que muchos habrían olvidado, si es que alguna vez la conocieron.

IMPERMANENCIA

Entre sueño y sueño, frente a mi ventana, 
sigue prendida la luz de tu insomnio.
¿Y qué te desvela? Me pregunto.
Si miro al cielo y solo veo estrellas 
que ya se apagaron.
Si miro a la tierra, y siento aletear entre ramas
el aroma tibio de nuestros ancestros.
Seguro que mañana tu luz estará apagada,
que otras almas nutrirán de sueños
tu impermanencia.
                                                                                                                                          

LEJOS DEL MUNDO

Roído el silencio por el tráfico diario,

me aturdía un ruido ensordecido

por el que nadie ya se inmuta en el país de los sordos.

Un arcoíris invisible, letal, se extendía hasta el horizonte,

matándonos lentamente, sigiloso, sin piedad,

como una lluvia ácida en el desierto.

Muertos ya estaban, sedientos de una sed equivocada.

Abandoné lo que llaman civilización.

Me alejé del hombre y sus inventos.

Siendo uno con ella, la naturaleza es mi refugio.

Pego mi oído al suelo, y escucho el pulso de la tierra.

He aprendido sus ritmos, y ella me ha curtido

en el arte esencial de la supervivencia,

lejos del mundo de la palabra.

5. Buscando el tono: el personaje

El tono habita la ciudad, la recorre. He buceado en la memoria de la ciudad (Bérgamo). He paseado por sus plazas luminosas, soleadas. He recorrido sus calles estrechas, a menudo cargadas de historia. También he buceado en sus bibliotecas y, documentándome entre sus libros he encontrado también a Pipelé: un anciano que solía tocar su guitarra entre las callejas de la ciudad alta. Era ciego. Seguro que era conocido y apreciado por los vecinos. Ahora es también un personaje de esta novela. ¿Por qué? Os preguntareis. Esta novela tiene un elemento de ficción muy consistente, que no puedo revelar. Tendréis que descubrirlo vosotros. Pero tenía que buscar un contrapeso que diera un efecto de veracidad, y apuntalar la trama con elementos que dieran credivilidad a la ficción.

ERA LA LIBERTAD

 

Era un gorrión, y ya soñaba volar alto. Mis alas de ánade,

creciendo como para halcón, tomaron envergadura de águila.

Ni el orgullo ni el hambre de mejores presas,

me impulsaron a crecer.

Era la libertad, y saber que sobre mí,

solo las luminarias me contemplan.

Era la libertad y saber que bajo mí,

el vasto mundo se despliega,

y nada en él es al fin tan inquietante

que llegue a deslucir un vuelo

que hasta el viento apremia.