CRUZ

Seguí un reguero de alcohol y cristales hasta el callejón, y allí lo encontré, estampado contra la escalera.

Me conmovió verlo así, como un crucificado.

¡Su cruz era la escalera!

Conté, que curioso, siete peldaños.

La noche, traicionera, reduce la escala cromática a tristes sombras.

Tan suave como mis palabras fue el roce sobre su hombro.

Abrió el ojo sano y vio a un hombre mayor, más fornido.

Tembló un momento, y algo escapó de sus labios rotos.

Para darle seguridad besé su frente.

Se dejó coger en mis brazos.

Lo rescaté de la hiel, en el punto exacto donde comienza una historia de amor y redención.

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