2. Cuadrículas mentales

El grabado «Los chinchillas» de los caprichos de Goya ejemplifica muy bien esta paradoja sobre lo fácil que es nutrir nuestro cuerpo, y la resistencia que a menudo tenemos para nutrir nuestra mente. Con frecuencia cerramos con candado nuestro entendimiento, y alimentamos groseramente nuestra ignorancia. No permitimos que nada entre o salga de nuestros esquemas mentales, que en adelante llamaré cuadrículas mentales. Las convenciones sociales, la educación, la cultura (o incultura), pero sobre todo los medios de masas van moldeando nuestro pensamiento en una paciente labor de años, hasta que, sin darnos cuenta, quedamos encerrados en una jaula que, aun siendo de oro a veces, no deja de ser una prisión, una prisión para la mente. Nos falta la humildad para reconocer que no tenemos una idea, sino que una idea nos tiene a nosotros. Una idea, una creencia, una ideología… ha colonizado nuestro cerebro, y no sabemos, ni queremos ni podemos, prescindir de eso. Todos tenemos nuestra cuadrícula mental. En el caso de Paris, el protagonista de esta historia, su cuadrícula se ha ido estrechando sobre él hasta impedirle casi respirar. Nuestro protagonista se ahoga, pero va a tener la suerte del suplente, cuando es llamado a una misión espacial en la estación espacial que orbita Júpiter.  Y tengo que entrecomillar “suerte”, porque entendemos que, en el año 2063, hemos liquidado el azar, y nada de lo que sucede en el mundo, es casual, todo está calculado, y es fruto de la acción humana. Más aún, tratándose de una misión espacial.
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