ORO

Un reflejo del sol tras la cortina convierte en oro el marco del cuadro

de un simple hotel de ciudad: punto de encuentro.

Y la estampa que realza se tiñe de oro.

La fronda inmensa tras la ventana es oro verde mecido en el viento.

La cama mullida, las almohadas, se dejan dorar; todo en la cámara.

Y salgo impulsado a la calle, y el trayecto que acarician mis ojos

es una alfombra dorada.

Hasta la escalera desplegada que sostiene tus pies, tu emoción,

cuando llega el tren de los deseos. Doradas serán la tarde, la noche.

Me resta la avidez de robar el cuadro; hacerlo mío.

Encerrar en él estos momentos.

Y si pasa nuestro tiempo, ‒que tal felicidad parece un sueño‒

sentarme a contemplar el cuadro que enmarcó lo nuestro.

Entrar en él, y desaparecer, y allí encontrarte.

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