Hay un brillo de metal en sus ojos, que como hoja afilada, golpea y corta en seco lo urdido.
Pero su mirada es de fuego y agua.
Su fuego consume la maleza, la desidia y sus frutos marchitos.
Su agua nutre un jardín de vínculos que riega la lluvia generosa.
Es una mirada de premonición.
Todos saben a qué atenerse.