4. Buscando el tono: los lugares

Quien habla de objetos, habla también de lugares. Una plaza, un banco, un sencillo murete, son lugares con una memoria cambiante, a medida que personas o personajes, dejan en esos su huella; hasta que de nuevo, el protagonista, al pasar por allí, vierte en él sus vivencias. Son a menudo lugares a capricho del azar, o del destino. Pero no siempre. A veces, una comunidad, erige un monumento para rendir homenaje a personajes ilustres, o a héroes que dieron su vida por una causa tan noble como la libertad del pueblo. En la ciudad baja de Bérgamo, en la Piazza Mateotti, hay un monumento dedicado al partisano, al guerrillero que desde la montaña, luchó primero contra el ejército alemán, luego contra el gobierno ilegítimo del Duce. La escultura, sobre un fondo liso, nos muestra a un partisano colgado boca abajo, y a su lado una mujer, que puede ser su madre, su esposa, su hija, su hermana, que le llora. En la parte posterior, hay un texto sencillo que le rinde homenaje. Tiene un tono. Dice así:

 

 

Decía Italo Calvino en “Las ciudades invisibles”:

La ciudad no cuenta su pasado, lo contiene, como las líneas de una mano, escrito en las esquinas de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, cada        segmento surcado a su vez por arañazos, muescas, incisiones, comas.

3. Buscando el tono: los objetos

Un colega escritor dijo que Duermevela tiene un tono. Un nuevo concepto que no había considerado a la hora de escribir, al menos, conscientemente. y sin embargo, está ahí, entre líneas y párrafos, impregnando el texto, la trama y a los personajes. Por mi formación artística, pienso en un tono en términos cromáticos. Imagino un azul, que puede ser añil, o azul marino. Lapislázuli: azul de azules. El tono es como un color con denominación de origen, tiene suficiente carácter como para atribuirle un nombre. Tiene su propia identidad. Aunque aquí no hablamos de color, sino de tramas y personajes, de literatura. Imagina un personaje que se menciona en la novela, se habla de él, pero no está, porque se fue, o ya murió, pero el narrador nos lleva al que fuera su hogar, y vemos en su habitación sus objetos personales, y ya no es solo la naturaleza de esos objetos, que también, sino que, la forma en que están distribuidos por esa habitación, ya nos está diciendo algo sobre su personalidad. Esos objetos también tienen mellas, que pueden ser las cicatrices que el propio personaje lleva en su alma. Esos objetos están cargados de significado: nos hablan de sus inquietudes, de cómo vivía, pensaba o sentía; nos aporta incluso indicios sobre lo que pudo pasarle, sobre la intensidad del vínculo que le unía a sus seres queridos. A menudo esos objetos tienen un tono, y a través de ellos el personaje está vivo. Porque incluso aunque haya muerto, un personaje, al igual que un ser querido, nunca muere del todo, habita nuestro recuerdo, y si fue muy querido, lo evocamos cada día. Es la forma en que intentamos cubrir el vacío que deja; tratamos así que compensar su ausencia.

2. Inmersión

Como licenciado en BBAA, es inevitable que Duermevela, como cualquiera de mis novelas, lleve un sello personal: lo sensorial está presente a lo largo de la trama; involucra los cinco sentidos, y en especial, la vista. De este modo, cada escena de cada capítulo, tiene un impacto visual para el lector, convirtiendo la lectura en una experiencia inmersiva muy fluida. Cada escena ha sido a menudo visionada y descrita como una secuencia de cine que permite al lector visualizarla en detalles ambientales relevantes o sugerentes. Es fácil así imaginar el contexto y las situaciones que el lector recrea con facilidad, entrar en la piel de los personajes principales.