NUESTRA CANCIÓN

Era al principio una simple nota. Esa cadencia que a menudo me sorprendía, se fue desplegando hasta entregarme tu melodía. Con cada encuentro o recuerdo tuyo, cualquier nota mucho tiempo olvidada tiñe de emoción renovada esa vieja canción que solo por tí sé cantar y hemos hecho nuestra. Hoy la llevo conmigo. Colapsa en mí cuando estamos juntos, y en tu ausencia, mis labios la tararean sin cesar, como si al hacerlo se cruzaran con los tuyos, y todo empezara otra vez.

OMISIÓN

Una coma, una exclamación, una pregunta omitidas. Te sentaste al umbral de tu vida, y la viste pasar envuelto en un mar de dudas. Te enredó sin apenas darte cuenta. Sin apenas darte cuenta, dejaste tanto por hacer… La frase oportuna, párrafos sublimes, páginas enteras de una trama fascinante. Cuánto se perdió en el tintero, que otros escribirían para sí. Y aún aguardas los pasos de ese amor tardío para sentaros juntos a compartir el umbral de tu vida.

LA LLAMA ESCRITA

   Entrando en mi hora bruja, bullía por dentro. De hito en hito, miraba el papel de estraza. Sin tinta ni lápiz para desahogarme, tenía ansias de estallar. Los rescoldos del hogar, más tibios que mi conciencia, me verían robarles un tizón afilado y escribir resuelto. Todo fue inútil. Las palabras que me herían prendieron, y el papel ardió. Nada quedaría de aquel mensaje de ceniza. Pero en esta maldición yo saboreé una magia que me liberó. El hombre marcado, la llama escrita. Eso era yo. 

   Desde que prendiste en mí, todo lo que escribo arde, le digo a esta voz imperiosa. La mina afilada se me hace cabeza de fósforo. Huyo del papel como de un incendio. Pero saco mis aparejos a la mar y mi red se ilumina, llamando a los que despiertan. ¡Que todo arda! Esto soy: la llama escrita.

LA CINTA INVISIBLE

Eché la cinta a una mujer ingenua y valiente. El cordón que me uniría a ella por nueve meses se rompería muchos años después, con gran dolor para mí. Hasta entonces, yo sería el apoyo que la alentaría frente a ese hombre primitivo que tenía por marido, que sería mi padre. Esta primera misión llenaría incontables páginas del libro de mi vida, pero no sería la única. Cuántos capítulos, cuántas tramas, cuántos personajes, apoyando o enfrentando al protagonista con sus propios límites.

MUSA

Sentado estoy frente a mis aguas, junto a ti, mano a mano. Queda atrás un mundo de incertidumbre y compromisos huecos. Y tú, que nada me habías prometido, cumples con creces, dispuesta a llegar a un infinito, ya que nuestro idilio no parece tener fin.

Día o noche, musa,  a cualquier hora me convocas o yo te reclamo; no sabría decir. Y al igual que ahora, abro como al azar un libro inconcluso. Comienzo así otra página en blanco, mientras  me susurras al oído esa historia que ninguno de los dos desea terminar.

Se parece tanto al amor…

CREAR

   Si hablamos de arte, se me ocurre que hay dos formas de crear: puedes crear objetos como hace un escultor, modelando con arcilla; o puedes crear en ti mismo, como un escritor, modelándote a través del personaje, de su historia. Si quieres atrapar al lector, si te metes en la piel del personaje, y empatizas con él, puedes sufrir, superar sus obstáculos, crecer con él. De ese modo haces de ti mismo una obra de arte.

Como dice Osho, todos llevamos dentro una obra a medio hacer que busca realizarse. Abandona la idea de convertirte en alguien en la superficie, porque ya eres una obra maestra.